
Por Roberto Coria
Termino con el tema de Jack el destripador. Por el momento, porque a 125 años de distancia continúa dando de qué hablar. Uno de los sospechosos más improbables, pero no por eso desestimado por algunos estudiosos del caso, es Joseph Carey Merrick (182-1890), el desafortunado que la posteridad conoce como “el Hombre Elefante”. Varias veces victimizado, el individuo oriundo de Leiceser, Inglaterra, fue abandonado cuando sus padres comenzaron a notar una creciente deformidad física –casi al cumplir dos años de edad-, criado en un hogar sustituto –del cual escapó varias veces- y maltratado físicamente por los demás niños. Desempeñó en su adolescencia trabajos como vendedor de puerta en puerta, y obviamente su aspecto no le ayudó mucho: con severas deformaciones óseas, numerosas protuberancias en su cuerpo y una escoliosis aguda. Irónicamente sus dos hermanos, William y Marion Eliza, eran perfectamente normales. Incapaz de ganarse el sustento decidió aprovechar su grotesca apariencia en ferias ambulantes, convencido de que el morbo siempre vende. Se puso a las órdenes del poco escrupuloso empresario Sam Torr y posteriormente de Tom Norman, quien lo llevó a Londres en 1884. Ahí llamó la atención del Dr. Frederick Treves, galeno del Hospital Real de Londres, ubicado en frente del local donde se exhibía. Gracias a él conoció una forma de explotación más bondadosa: recibió tratamiento médico, más comodidades de las que nunca conoció y el interés de la clase acomodada, curiosa por la extrañeza de su padecimiento. Incluso atrajo la atención de la propia Reina Victoria. Hombre sensible en más de una forma, murió en su cama el 11 de abril de 1890, a la edad de 27 años. La naturaleza de su enfermedad, originalmente calificada como una rara forma de elefantiasis, es hoy identificada como Síndrome de Proteo, una enfermedad congénita que provoca el crecimiento excesivo de la piel y el desarrollo anormal de los huesos, normalmente acompañados de tumores en más de la mitad del cuerpo. Si desean conocer más al respecto, pueden buscar el libro de Frederick Treves El hombre elefante y otras reminiscencias (1923) o El hombre elefante: un estudio sobre la dignidad humana (1971) del antropólogo Ashley Montagu.
Una persona que padecía semejante cuadro no pudo tener la destreza física para cometer los delitos del Destripador. Mucho menos la agilidad para eludir a sus perseguidores. Y no se necesita ser un experto para deducirlo: lo dicen la lógica y el sentido común. No obstante sus vagabundeos en los bajos fondos londinenses, su residencia casi fija en el Hospital de Londres –enclavado en el corazón del barrio de Whitechapel– y su acceso a bisturíes y otras herramientas quirúrgicas, bastan a algunos para tan aventuradas suposiciones.
Alan Moore y Eddie Campbell no resistieron incluirlo en la trama de Desde el infierno, situación llevada al cine por los hermanos Hughes donde Merrick fue encarnado por el actor Anthony Parker, quien usó un maquillaje muy semejante al que usara John Hurth en la laureada película que David Lynch filmó sobre el caso en 1980.
Al final Merrick, como el Destripador, son dos eminentes victorianos.
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Roberto Coria es investigador en literatura y cine fantástico. Imparte desde 1998 cursos, talleres, ciclos de cine y conferencias sobre estos mundos en diversas casas académicas. Es asesor en materia literaria de Mórbido. Es coautor de la obra de teatro “Yo es otro (Sinceramente suyo, Henry Jekyll)”. En sus horas diurnas es Perito en Arte Forense de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal.