
Por Roberto Coria
Es bueno regresar a esta Tinta Negra después de las emociones que viví hace unos días en Pátzcuaro. Sobre los muy satisfactorios resultados de la pasada emisión de Mórbido platicaré en otro momento. Pensaba retomar la idea de la deformidad que estaba estudiando, pero ahora que lo razono el ser que inspira estas líneas tradicionalmente se ha vinculado a este concepto. Todos recordamos a la creación de Víctor Frankenstein, más por el cine que por la literatura, y la asociamos a una horrible deformidad, a horribles y malhechos costurones quirúrgicos, a una cabeza cuadrada, a un par de tornillos –son electrodos en realidad- en el cuello y a una talla descomunal. Esa imagen, lograda gracias al diseño del maestro del maquillaje Jack Pierce y a la maravillosa interpretación de William Henry Pratt –mejor conocido como Boris Karloff-, es una de las más poderosas de la cultura popular de nuestra era. Y aunque las sucesivas encarnaciones cinematográficas han aportado su encanto propio al personaje, ninguna ha captado a cabalidad la intención original de Mary Shelley: con su estatura superior a los 2.50 metros, su piel amarillenta, su mirada vacía y sus cabellos negros. Ese es un territorio fértil para artistas de todo el mundo.
Precisamente gracias a ese vacío, y como una demostración de la vigencia del mito, el artista visual y cineasta holandés Richard Raaphorst nos ofrece su primer largometraje, El ejército de Frankenstein (2013), maravilla que formó parte de la programación del festival y ganó, con justicia, su codiciado Premio del Público. En la cinta hace alarde de su experiencia previa y su talento que ha prestado a directores como Stuart Gordon, Brian Yuzna, Paul Verhoeven, Terry Gilliam y David Fincher, viejos conocidos del diletante de lo truculento.
Lo que a simple vista parecería otra película de “cámara borracha” se convierte en un provocador viaje al corazón de las tinieblas: en los estertores de la 2ª. Guerra Mundial, un escuadrón de soldados rusos se internan tras líneas enemigas y descubren, con horror, que el nieto de uno de nuestros científicos favoritos (Karel Roden) ha perdido la razón y puesto los conocimientos de su ancestro al servicio del Tercer Reich. El grotesco resultado, un ejército de aberraciones diseñadas por el propio Raaphorst y que apropiadamente llamó Zombots, reta a la cordura y será la delicia de los aficionados del género: los terribles Dientes de Navaja, Monstruo de la Cripta, Ivan Zombi, Machete, Eva y Cabeza de Martillo. Pablo Guisa, previo a la función y ataviado como un soldado Nazi, nos informó la inminente llegada de las máscaras manufacturadas por Grupo REV.
El esfuerzo de Raaphorst es una de las más valiosas aportaciones contemporáneas al Canon de Frankenstein y demuestra que la obra que la señorita Shelley escribió hace casi 200 años –tenía 17 entonces- se mantiene viva y conserva la posibilidad de estremecernos. La carrera del hombre es prometedora.
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Roberto Coria es investigador en literatura y cine fantástico. Imparte desde 1998 cursos, talleres, ciclos de cine y conferencias sobre estos mundos en diversas casas académicas. Es asesor en materia literaria de Mórbido. Es autor de las obras de teatro “El hombre que fue Drácula” y “Renfield, el apóstol de Drácula”. Co coordina el curso multidisciplinario “El Canon Frankenstein” en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. En sus horas diurnas es Perito en Arte Forense de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal.
Y el diseño sonoro se hizo en México…. por tu servidores de LSD Audio!!! Saludos…