Por Carlos Manuel Cruz Meza*

De noche, ¿quién es Dios?

Cantos de los Oasis del Hoggar

El cine de terror retoma dentro de sus temáticas, imágenes y recurrencias, ciertas preguntas que han inquietado a la Humanidad desde sus albores. La cosa del otro mundo (The Thing, 1982) del director estadounidense John Carpenter, es un ejemplo muy claro. Carpenter dirigió también, entre otras cintas, Halloween, Escape de Nueva York y Vampiros. Existe una versión previa de esta historia, El enigma de otro mundo (The thing from another world, 1951) dirigida por Christian Nyby, la cual presentaba a una criatura vegetal de aspecto humanoide, que poseía la capacidad de reproducirse a sí mismo a una velocidad sorprendente. Esa cinta desvirtuaba el concepto original del cuento de John W. Campbell Jr., ¿Quién está ahí?, en el que las dos películas se basaron.

Es la versión de Carpenter la que marca el canon de esta historia. En su guión encontramos referencias de corte freudiano y la alusión al desconocimiento del Otro y aún del Yo. En palabras de Borges: no sabemos cómo es nuestro rostro ante los ojos de Dios. La otredad es el principal punto de interés en el planteamiento de esta cinta. Si el engendro metamorfo nos aterroriza es, más que nada, porque no sabemos cómo es; de allí el tratamiento de “Cosa”. En este sentido, se trata de uno de los monstruos más interesantes del cine, ya que, a diferencia de Alien, su forma nunca es la misma.

Desde esta perspectiva, el problema de eliminar al monstruo se vuelve secundario frente a la urgencia de detectarlo. Puede ser todos o ninguno de los integrantes de la expedición que lo han despertado de su sueño de siglos (podría ser, entonces, uno de los Antiguos a los que aludía el escritor H.P. Lovecraft en sus obras). Incluso, todos los involucrados no tienen la certeza de saber ellos mismos si son humanos o no, dadas las características fisiológicas del intruso. Dudan de sí mismos y de su estado de conciencia. Se preguntan: “¿Sabría yo si el monstruo me hubiese asimilado? ¿Y si todos fuesen monstruos, menos yo?” Ante esta duda, la explosión paranoide afecta a todos. Desconfían de los demás pero, peor aún, desconfían de sí mismos. Paranoia y otredad; ingredientes de la xenofobia.

Ante estas dudas, la noción de identidad se hace polvo. ¿Quién es más peligroso en esta situación de emergencia: el extraño alienígena o los compañeros paranoicos? La Cosa divide y vence. Su mayor poder no estriba en aterrorizar con su aspecto, de por sí repulsivo, sino con su capacidad polimorfa. Consigue minar los cimientos de las relaciones humanas y aún la visión del propio Yo.

Para los expedicionarios, se trata de un enemigo a vencer. Pero la Cosa es, como Alien, un monstruo darwiniano. Su principal interés no es matar, sino sobrevivir. Para Alien, se trata de un ciclo perpetuo de comer y reproducirse, similar al cachondo personaje de Syl en la cinta Especies. Para la Cosa, es la reproducción per se. Es un ente que busca perpetuar sus genes imitando el material genético de otras especies. Camaleónica, la Cosa utiliza además un recurso que muestra lo avanzado de su nivel en el Universo: la reproducción asexual. Se limita a asimilar a sus presas. Cierto que podríamos hablar de agresivas penetraciones, sobre todo con los rojos tentáculos que recuerdan una suerte de monstruosos penes (un poco como la cabeza con forma fálica de Alien), pero se trata de una penetración simbólica.

En una escena memorable, la Cosa baña a un perro con chorros de un líquido que remite al semen; más adelante, nos damos cuenta que este líquido es también parte del monstruo y sirve como vehículo para invadir la anatomía ajena. Como el semen, contiene suficiente carga genética para apoderarse de un cuerpo completo y transmitir su ADN. La Cosa es el futuro de las especies, quizás un espécimen más avanzado en la escala evolutiva que el agresivo Alien. Es el monstruo definitivo, porque se convierte en nosotros mismos, y porque nosotros no sabemos si, agazapada en nuestra sangre, se esconde una bestia.

El director John Carpenter enfatiza la faceta violatoria de la Cosa en el hecho de que en la película no aparecen mujeres. Son los hombres quienes sufren esta penetración ritual, quienes son poseídos por un monstruo que, en una grotesca parodia del embarazo, se concibe a sí misma a la imagen y semejanza de ellos. En cierto sentido, la Cosa es un Dios que, a través de sus criaturas, logra eternizarse. El guión de Bill Lancaster juega con diferentes miedos presentes en el ser humano: el miedo a la soledad en el aislamiento a que están sometidos los integrantes de la expedición; el miedo a los extranjeros en la presencia de un extraterrestre y en los comentarios xenófobos sobre el campamento noruego; el miedo al propio Yo en la clonación realizada por la Cosa; el miedo al sexo en la ausencia de mujeres en la película y en la presencia de un monstruo lleno de protuberancias y orificios, como la flor vaginal con que los ataca en una escena; el miedo a la sangre en el aspecto del engendro; el miedo a la contaminación física y a las enfermedades (podríamos aventurar que las venéreas, transmitidas por sangre y fluidos, como los que forman a la Cosa), en la propuesta de la cuarentena; el miedo a la oscuridad, pues la mayoría de los ataques ocurren de noche; y el miedo ancestral y primitivo a diferentes especies animales (arácnidos, cánidos, etc.), en los componentes que la Cosa va asimilando y las formas monstruosas que va tomando.

Destaca en esta película la conclusión, que no obedece al típico happy end estadounidense. En un final alternativo, la cinta termina como empezó: con un perro corriendo a través de la nieve. Una imagen que se ha convertido ya en un referente obligado del cine de terror.

Estrenada en 1982, una semana después de E.T. el extraterrestreLa cosa del otro mundo sin duda es una de las mejores cintas de terror que se hayan filmado. Presenta la única actuación convincente de Kurt Russell (el famoso Snake de Escape de Nueva York) y, desde su exhibición hace décadas, nunca ha sido repuesta. Los efectos especiales aún son impresionantes.

En 2011, se lanzó una precuela dirigida por Matthijs van Heijningen Jr., donde se narra lo acontecido en el campamento noruego, al cual llega el equipo de exploración que nos mostró Carpenter. Contra lo que podría esperarse, esta nueva visión sobre la Cosa no desmerece, aunque termina desentrañando demasiados misterios que se plantearon en la original.

*Carlos Manuel Cruz Meza es escritor y criminólogo. Realizó el guión de la película Escrito con Sangre y sostiene un blog del mismo nombre.

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