
“En el núcleo del film de terror existe la dramatización de los reprimidos en la figura del monstruo. Es decir, la verdadera tesis del género de terror es la lucha por reconocer eso que nuestra civilización reprime u oprime, y su renacimiento dramatizado como un objeto de terror.” —Robin Wood.
La madrugada del quince de marzo de 2010 es una que no olvidaré. Llegué a mi casa, abrí twitter, y escribí esto:
@morbidofest Imposible dormir ahora luego de haber experimentado Serbian Film, uno de los films más perversos que he visto en mi vida. Punto @sxsw 2:20 AM Mar 15th via web
Minutos antes en la sala del Alamo Drafthouse presencié (y compartí) la confusión que inundó a un público educado, que consume y aprecia cine de género como parte de su dieta balanceada. Al encender las luces nos miramos entre sí, buscando la reacción adecuada tras ciento veinte minutos de nihilismo cinematográfico puro: ¿aplaudir, abuchear o salir a llorar?
El aplauso llegó segundos diferido; un momento único, memorable: expertos, fans y espectadores accidentales (excluyendo desertores que no aguantaron la proyección) sorprendidos en estéreo por unos chicos de Serbia que en la antecámara del cine actual siguen anónimos, incluso en su propio país donde el A Serbian Film está enlatado, con un estreno que podría nunca llegar, y cuyo destino sigue en el aire tras sacudir el festival SXSW en su estreno mundial.
No te voy a detallar lo que vimos, eso encasillaría la película en explotación, aunque intuyo estoy creando una trampa al velarte información y tu curiosidad efervesce como consecuencia. Así que te compartiré la sinopsis que fue honesta de entrada:
Un pornstar semi-retirado, Milosh (el Kevin Bacon de Serbia, según el guionista), en bancarrota, recibe la oportunidad de participar en un último porno que arreglará su economía al final. Su empleador, Vukmir (el Robert De Niro serbio), tiene en mente un proyecto que Milosh debe aceptar sin conocer la historia. El hambre de proveer una vida cómoda a su familia lo mete en un mogollón de crueldad, humillación y anarquía, donde incluso morir no es lo peor que puede suceder.
Si lo anterior te hizo salivar a ti te gusta el cine de género como a mí. Disfrutas estimular tu mente con material retorcido y ponerla a trabajar solucionando cuestiones de ética, responder a situaciones extremas y utilizarla como brújula moral para separar lo correcto de lo incorrecto. El cine es una montaña rusa para estimular tus emociones, hay viajes tan divertidos que apenas bajas, vuelves a formarte inmediatamente después para revivirlos. También existen otros ridescuyo diseño complicado se antoja peligroso: uno sube y baja sorprendido, pocos repetirán mientras una gran mayoría acordará que una vez es suficiente. Así me sentí después de ver A Serbian Film.
Aún con la impresión fresca, me acerqué a Nikola Pantelic, productor ejecutivo y solicité la entrevista que ahora me tiene instalado en una pequeña cabina de karaoke adentro del Highball, donde la luz (o la carencia de esta) juega para el equipo rival, además de Pantelic, están Srdjan Spasojevic (director y co-guionista) y Aleksandar Radivojevic (guionista); es justamente Radivojevic la voz cantante por ser quien se siente más seguro hablando inglés, aunque estoy convencido de que Spasojevic habla bien el idioma y prefiere participar por medio de traductor.
El cine en Serbia es un enigma, no puedo nombrar de entrada una película que haya salido de ese país que lograse una impresión mí, y por ahí es donde ataco primero. Quiero saber cómo ven ellos la industria y me sitúen en la realidad cinematográfica del país .
“La industria no existe”, aseguró Aleksandar sin perder el beat, “hay algunos haciendo cine pero es una industria ficticia. Los proyectos que reciben financiamiento deben tener cierto criterio, contar ciertas historias.”
Mi mente regresa a los recuerdos del Q&A posterior a la proyección de la película, las imágenes grotescas flotan como cuerpos en un lago fangoso. A Serbian Film tuvo un proceso interesante, incluyendo la anécdota de un laboratorio en Münich que se negó a soltar el transfer y quemaron la copia, convencidos se trataba de una película snuff. “Parece que Alemania todavía tiene la costumbre de quemar cintas”, dijo sonriente Aleksandar y por fin hubo carcajadas en la sala, el ambiente se despresurizaba.
En el panteón de los directores de cine, los autores atrevidos merecen un reconocimiento mayor sobre aquellos que no rompieron reglas. Es interesante que Srdjan haya decido contar ésta historia como su ópera prima. “Desde luego”, dijo con la seguridad de un autor que sabe justo a lo que juega, y Aleksandar retoma la charla, me recuerda vía el discurso de Mel Gibson enBraveheart que ese es el punto: “Una oportunidad, sólo una oportunidad”.
“Cuando haces una película tan heterodoxa tienes que hacerla totalmente tuya, ir a contracorriente, decir todo lo que quieres decir y hacerlo de la forma más radical, brutal y honesta. No hay de otra.”
La mesera nos interrumpe, se ordenan tragos. Srdjan se va directo al Jägerbomb, discuten en serbio y para centrar su atención sugiero el terror, un género pocas veces invitado a la fiesta de géneros. “Es el niño más golpeado”, indica Aleksandar. Ni la comedia, que ha evolucionado de Chaplin a Jackass, tiene tantos detractores como siempre ha sucedido con el terror.
Es cómodo encasillar A Serbian Film en terror y negar que el género es un trampolín a posibilidades más interesantes: toda película es un drama que puede derivar en comedia,aventura, terror, etcétera; vale entonces la comparación, por ejemplo con los trabajos de Gaspar Noé, y dejarlo en un drama en anabólicos.
Más allá de Noé, la inspiración tiene otros nombres como William Friedkin, Brian De Palma, John Carpenter, David Cronenberg y Mel Gibson que con Apocalypto, según Aleksandar, puso en vergüenza a casi todos los directores Hollywoodenses.
“Existen posibilidades inexploradas dentro del terror, pocas veces llega un film con inventiva, y sí quieres hacer terror, es mejor hacer algo que no se ha visto. Sólo así muestras tu respeto hacía el género.”
El panorama es incierto para A Serbian Film, la posibilidad de adquirir culto underground es latente y la más viable, al menos en su estado actual, por su cualidad subversiva. El futuro en salas de cine parece limitado a festivales: tu castigo por expresar lo inexpresable, atormentar al espectador y mostrar lo que hay detrás de la puerta cuando otras películas la muestran cerrada.
“No buscábamos romper un récord mundial en depravación, sino expresar el sentimiento de opresión interno que nos sofocaba creativamente.” Aleksandar se refiere a la represión en el mundo que dicta lo que es aceptable y lo que es intocable. Censurar es un peligro porque esa represión contenida tiende a explotar, como fue el caso aquí. A Serbian Film es un manifiesto anárquico cuyo génesis sucedió tras discusiones filosóficas sobre los sentimientos de los involucrados. Para Srdjan es una emoción a la que no se le permitía existir: “una emoción prohibida”.
Al final uno queda con un nudo en el estómago pensando en razones por las cuales ciertas imágenes no habían sido proyectadas a la pantalla.
“Pero si quieres que rompamos el récord,” dice el director en tono serio, “podemos hacerlo así de fácil, nos viene natural… es broma.”
Nos reímos y las bebidas llegan—corte al presente. Repuesto del impacto pienso en A Serbian Film y comida: en la pizza Wild at Artichoke Hearts que sirve el cine Drafthouse de Austin, no me gusta y la sigo pidiendo porque creo que terminaré adorándola, al probarla prometo no volverla a consumir. Así me siento con esta película.