Por Roberto Coria

Lo advierto. Este no es un comercial. Definir a las series originales de la no tan recientemente creada empresa Netflix –nació hace casi dos décadas-, es algo difícil para muchos. Básicamente ofrece películas que vimos en el cine y programas de televisión a un público de más de 40 países, vía la magia –de una suscripción y- del internet. Advirtiendo su potencial, comenzó a generar desde hace un par de años producciones propias que no fueron creadas previamente o exhibidas por cadenas televisivas comerciales. Con ello escapan de cualquier tipo de imposición y de la sombra tenebrosa de la censura. Gozan de plena libertad creativa y de una capacidad de innovación refrescante en un panorama que parece a veces agotado por fórmulas repetitivas y tediosas. Nos encontramos entonces en un territorio completamente nuevo, que abreva del lenguaje televisivo que nos es familiar desde que éramos pequeños. Para muestra, varios botones un poco alejados de nuestros intereses Mórbidos: series como House of cards (con el maravilloso Kevin Spacey), The fall (con Gillian Anderson, la antigua Agente Scully de los Expedientes Secretos X) o Better call Saul (spin-off de la laureada Breaking bad) no sólo tienen interesantísimos guiones, espléndidas actuaciones y valores de producción sobresalientes, sino han ganado la aceptación del público y el reconocimiento de la crítica especializada. La primera ha recibido incluso numerosos premios Emmy y Golden Globe. Y así sucede con el caso que hoy nos ocupa.

Una vez que Marvel studios recuperó los derechos –que poseía la 20th Century Fox– sobre Daredevil, conscientes del crecimiento de su imperio, de las posibilidades de Netflix y ansiosos por disipar penosos recuerdos del pasado, encomendó al productor y guionista Drew Goddard el desarrollo de una serie basada en las andanzas del defensor invidente. El resultado, 13 flamantes episodios que se subieron a la plataforma al mismo tiempo, superó todas mis expectativas. Diabólico –dije que le iba a llamar así- es una gran serie. Jorge Grajales dijo en su momento “Es todo lo que Gotham no es, lo que Arrow no podría mostrar y lo que aspiraba hacer Christopher Nolan en su trilogía de Batman”. Y casi concuerdo completamente con él (yo sólo reprocho la tercera cinta de Batman). Diabólico es la mejor adaptación televisiva de un superhéroe de historietas que he visto en formato televisivo. Es “un violento noir superheroico con influencias tanto del cine coreano como del cine gringo de los años 70”, continúa Grajales. Aunque está inscrita en el universo fílmico de Marvel, con sus discretas pero claras referencias a lo ocurrido en Los Vengadores (Joss Wheddon, 2012), la serie apuesta por un gran apego a la realidad, por tratar problemas cotidianos como el abuso de las grandes inmobiliarias, el narcotráfico o la trata de personas. Sigue los primeros días de la carrera del héroe, como lo propusieron Frank Miller y John Romita, Jr. en la serie de cómics Daredevil: the man without fear (1993-1994) o como Miller lo hizo con David Mazzuchelli en Batman: Year One (1987).

El drama del joven abogado convertido en vigilante Matt Murdock (Charlie Cox), su asociado Franklin “Foggy” Nelson (Elden Henson) y su atribulada secretaria Karen Page (Deborah Ann Woll) corre de manera simultánea con el ascenso al poder del malvado empresario Wilson Fisk (Vincent D´Onofrio), conocido en las historietas como Kingpin (en las viejas revistas de Novaro era llamado El Rey), mente criminal que ha atormentado a otros paladines como El Hombre Araña y El Castigador –reconozco que Punisher suena mejor-. En su favor, el programa se aleja de su imagen popular –con un gran sobrepeso, saco banco, pantalón morado y gazné- y lo trae con eficacia a nuestro entorno, como un metrosexual que goza de todos los lujos que su posición acaudalada permiten. Fisk es quizá la pieza más inspirada de su elenco, un personaje con una infancia terrible que explica muchas de sus acciones presentes. Con todo, el malvado encuentra un lugar para el amor, cortejando a la bella tratante de arte Vanessa Marianna (Ayelet Zurer, hace poco mamá de Supermán en la cinta de Zack Snyder) y con quien eventualmente contraerá matrimonio –según los cómics-. El relato, como la ya mencionada Breaking bad, salta temporalmente en muchos momentos. Así conocemos la niñez de Murdock antes y después de su accidente, las enseñanzas de su mentor Stick (Scott Glenn), la forma en que el dúo de abogados trabó su amistad en sus días escolares o los traumas del niño Fisk con su cruel padre y su madre nulificada. Y también sobresalen sus personajes secundarios, de la valiente enfermera Claire Temple (Rosario Dawson), el intrépido reportero Ben Urich (Vondie Curtis-Hall) o el criminal Leland Owsley (Bob Gunton), mejor conocido como El Búho.

Otro aspecto que distingue al programa son sus escenas violentas. No escatima en mostrar al protagonista muy mal herido y sangrante, en dejar ver claramente disparos a la cabeza ni en estupendas secuencias de acción que no dejan recordar a las de Oldboy (2003) de Park Chan-wook: el serial me conquistó definitivamente en su segundo episodio, con ese rescate a un niño secuestrado donde el héroe, en una toma ininterrumpida, propina la mejor golpiza que he visto a un grupo de delincuentes.

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Todo, como anticipó Nick Fury (Samuel L. Jackson) en el final de Iron Man (John Favreau, 2008), es “parte de un universo más grande”. Y eso es algo que debo reconocer a Marvel, una orgullosa filial del grupo Disney: saca provecho de forma integral a todas sus creaciones. En eso aventaja por mucho a su rival DC Comics. En el futuro no sólo se ha anunciado una segunda temporada de Diabólico, sino la llegada de su segundo más popular ensamble de superhéroes, Los Defensores. El punto final se encuentra muy lejano.

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Roberto Coria es investigador en literatura y cine fantástico. Imparte desde 1998 cursos, talleres, ciclos de cine y conferencias sobre estos mundos en diversas casas académicas. Es asesor literario de Mórbido. Escribió las obras de teatro “El hombre que fue Drácula”, “La noche que murió Poe” y “Renfield, el apóstol de Drácula”. Condujo el podcast Testigos del Crimen y escribe el blog Horroris causa. En sus horas diurnas es Perito en Arte Forense de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal.