Roberto Coria

Ya termino con esto, justo antes de partir a Puebla.

En la Pesadilla en la calle Elm de 2010 la historia no ha cambiado radicalmente. Nancy HolbrookRoney Mara, también conocida como La chica del dragón tatuado– es una típica adolescente del pacífico pueblo californiano de Springwood. Cuando algunos de sus condiscípulos mueren misteriosamente, varios durante el sueño, sus investigaciones revelan recuerdos tortuosos: de niños fueron el festín de un pedófilo llamado Fred Krueger (Jackie Earle Haley), a quien sus padres ajusticiaron sin misericordia. Pero este no fue el final. El malvado encontró la manera, tras su dolorosa muerte física, de consumar su venganza a través de los sueños de los hijos de sus victimarios. La variante más dramática de la cinta –y su mayor aportación- es que pretende explorar las raíces del villano, razón que le valió la titularan en España como “Pesadilla en la calle Elm: el inicio”. Y creo que esa es precisamente una de las grandes fallas del guión de Wesley Strick y Eric Heisserer. Si Fred Krueger es un pedófilo, ¿por qué esperar a que sus víctimas lleguen a la adolescencia para acabar con ellas? Un pedófilo, desde el punto de vista de la Psicología, sólo siente atracción por niños o preadolescentes con rasgos infantiles. Una jovencita promedio, con todo y el crecimiento de sus caracteres, jamás sería objeto de los apetitos de un criminal de esta naturaleza. Los atribulados jóvenes no se valen ya de simple café para mantenerse despiertos: ingieren anfetaminas, toman Red Bull e incluso se inyectan adrenalina directo al corazón, en una escena que no deja de recordarnos a Pulp Fiction (Quentin Tarantino, 1994). El aspecto de Krueger no varió significativamente –el guante con navajas, el suéter a rayas y el infaltable sombrero siguen ahí-, pero su apariencia semeja más a la de una auténtica víctima de quemaduras de tercer grado. Pero no sólo sus cicatrices cambiaron, también su humor. La interpretación de Haley es más sombría, más a tono con el carácter oscuro y malvado del personaje. Ese es un aspecto que los aficionados extrañarán. La dirección del debutante Samuel Bayer, quien se forjó al hacer videoclips para Metallica y Green Day, es pulcra, apoyada de una eficiente fotografía de Jeff Cutter. Pero todo, por alguna razón, no termina de convencer. Una escena elemental, la silueta del malvado emergiendo desde la pared de su presa, resuelta en el pasado con el candor y la simplicidad de un muro de látex, es reemplazada con un flamante efecto digital. Y la verdad es que esto luce falso, inorgánico y sin personalidad. Si tenemos en cuenta el infame resultado de muchos remakes –como Viernes 13-, la nueva Pesadilla no sale mal librada. Es una película que puede verse y olvidarse. No obstante se anunció en su momento una secuela, que no se ha consumado. En cambio, se ha hablado de una nueva reelaboración o reinicio. Incluso se ha especulado sobre la posibilidad del cambio de sexo del protagonista, convirtiendo a Freddy en Fredericka. No es algo que me resulte imposible de creer. Vivimos en la época de la equidad de género y en la de Las Cazafantasmas, que ya se aproximan. Sin duda, sería el reinicio de una franquicia redituable. Desde su nacimiento, ha mostrado su capacidad de supervivencia. Mi amigo Antonio Camarillo asegura que, culturalmente hablando, una vez que has aparecido en las aventuras de la amarillenta familia Simpson, has ganado el pase a la posteridad. Todos reímos al ver al jardinero Willie en el segmento de la sexta edición de la tradicional Casita del Árbol del Horror, o esperando –junto a su amigo Jason– cómodamente sentado en el habitual chiste del sofá. Su paso por le televisión, los videojuegos o los cómics es una historia aparte.

Y es que Freddy Krueger, a pesar de su corta vida, ha demostrado tener capacidad de revivir continuamente como el monstruo clásico que ya es. De sus aventuras, sin duda, volveremos a ver más.

Roberto Coria es investigador en literatura y cine fantástico. Imparte desde 1998 cursos, talleres, ciclos de cine y conferencias sobre estos mundos en diversas casas académicas. Es asesor literario de Mórbido. Escribió las obras de teatro “El hombre que fue Drácula”, “La noche que murió Poe” y “Renfield, el apóstol de Drácula”. Condujo el podcast Testigos del Crimen y escribe el blog Horroris causa, convertido ahora en un programa radiofónico. En sus horas diurnas es Perito en Arte Forense de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal.