
Por Dr Beltrán
Para poder plantear esta columna haré dos breves referencias: la primera, el lugar y la gente; la parte sur de los Estados Unidos tiene estados como Nueva Orleans, Mississippi y Alabama, todos con características distintas pero que tienen el común denominador de ser estados donde se instauró la esclavitud y la discriminación racial. A pesar de que Abraham Lincoln (sí, el Cazador de Vampiros) en 1863 proclamara la Emancipación, es decir la liberación de los esclavos de raza negra de los estados confederados, la medida permitió que muchos hombres y mujeres de raza negra dejaran las plantaciones del sur de los Estados Unidos para buscar en otras tierras un mejor porvenir. Con el paso del tiempo se legislaron leyes de segregación racial que impedían a los asiáticos (chinos) de California, que se encargaban de la construcción del tren, poseer tierras o incluso nacionalizarse (por ejemplo), pero también se emitieron otras donde los nacidos en Estados Unidos son ciudadanos sin importar raza o nacionalidad de los padres: tierra fértil para generaciones y generaciones, personas de raza negra oprimidas.
Por el otro lado, la segunda: la enfermedad; la Sífilis, una enfermedad denominada así por el Dr. Girolamo Fracastoro en su poema épico ‘Syphilis sive morbus gallicus’ (‘Sífilis o el Morbo francés’) por ahí del año 1530. Una enfermedad de transmisión sexual predominantemente, una infección por el Treponema palidum y que básicamente genera tres etapas: 1).- Lesiones en la piel, por lo regular de los genitales, 2).- Erupciones cutáneas generalizadas, 3).- Aproximadamente unos 15 o 20 años después de la primera infección, la muerte por complicaciones de los órganos internos, así como el corazón, cerebro y sistema nervioso central.
Bajo el contexto de segregación racial, en 1932 comenzó un estudio sobre la incidencia de la Sífilis en el condado de Macon, Alabama, y se planteó la opción de estudiar los efectos del tratamiento de la Sífilis según los estándares de la época, que incluían Salvarsán (arsfenamina, procedente del arsénico), pomadas con mercurio, tratamientos que hoy día sabemos que son tóxicos. Instituto Tuskegee sería el encargado de llevar a cabo las investigaciones, un centro hospitalario dedicado a la atención de gente de muy bajos recursos donde se ofrecía detectar y ofrecer cuidados y tratamiento médico a quien estuviera infectado por la Sífilis; pero la parte mórbida del estudio comenzó por pretender emular un estudio realizado en Oslo en 1928 en pacientes con Sífilis, pero sin recibir tratamiento: el estudio llegó a reclutar 412 hombres, negros todos, analfabetos y contagiados de Sífilis, involucrados sin consentimiento alguno de que serían simplemente observados para entender cómo evoluciona naturalmente la Sífilis cuando no se le daba tratamiento y si era de riesgo mortal.
Con la promesa de cubrir los gastos funerarios, los pacientes estudiados estaban conscientes de que en caso de fallecimiento sus cuerpos serían sometidos a necropsia. Lo que inicialmente se planteó para 6 meses se pasaría a muchos años de estudio donde los enfermos eran medicados con placebo. Lógicamente muchos enfermos experimentaron los problemas más crónicos de la enfermedad, lesiones en la piel llamadas Condiloma Latum, que les salían cerca del ano, o los llamados Clavos Sifilíticos, lesiones que pueden ser muy contagiosas, incluso por el hecho de darle la mano a otra persona. Y ya en las etapas finales de la enfermedad, generando alteraciones del sistema nervioso central y de la médula, con dificultad para caminar, hasta llegar a una parálisis.
Para el año de 1947 la penicilina era ya considerada como el tratamiento “estándar” para la Sífilis, pero no era el tratamiento en el Experimento Tuskegee, de hecho se les negó a todos los enfermos pues la idea era que no recibieran manejo alguno; las implicaciones éticas del estudio saltan a la vista y por eso que se que tendría que regular los diferentes métodos de experimentación, aunque por otro lado, el poder hacer este tipo de estudios permitieron un mejor conocimiento de la enfermedad y de sus implicaciones clínicas, pero atentando a los principios básicos de la medicina, ayudar y sobre todo no dañar la gente.
Los eventos del Experimento Tuskegee pueden verse en una película de 1997 “Miss Evers’ Boys”, donde aparece un joven Laurence Fishburne, una película un poco “lame” para nuestros amigos pero refleja una vez más cómo la realidad supera la ficción.