En medio de una oleada de cortos pandémicos que luchan por dramatizar los efectos del encierro Soy un Vampiro llegó a recordarnos que el punto de vista de una niña de ocho años puede llegar a ser más efectivo y divertido que muchos otros cortometrajes de terror que trataron de encapsular los sentimientos que nos desató tan particular situación.

Con una estilizada propuesta visual y una narrativa que navega entre lo fársico y lo gótico cute, Sofía Garza-Barba y su equipo nos sumergen en el mundo de Jackie cuyos ilusos padres no ofrecen explicaciones claras frente al súbito cambio que interrumpe la “normalidad”. Ante esta nueva realidad que la excluye del mundo exterior la niña encuentra en un libro de vampiros y su activa imaginación la estructura que según ella, explica el absurdo que ahora la rodea.

Una de las múltiples desventajas del mundo adulto radica en la perdida de la capacidad de asombro, en este corto es un deleite experimentar los excesos de un punto de vista infantil obsesionado con el vampirismo y que busca apaciguar el ansia existencial que el encierro y la miopía familiar ha traído a su vida.

Bajo el manto de una fábula aparentemente edulcorante nos encontramos con claras manifestaciones de la rabia infantil ante el silencio y abandono emocional de los adultos. Es en estas exploraciones narrativas en los extremos de lo que se considera habitualmente cine de género donde encontramos frescura y sangre nueva que reinterpretan de manera lúdica y colorida la figura del vampiro.